José Luis y Toñi, decidieron emanciparse. Ellos, como la mayoría de sus amigos en esa época, decidieron mirar su piso. El piso debía ser pisito, no podían pagar mucho con sus escasos 2000 euros mensuales que reunían entre los dos. El piso aun con ser pisito, necesitaba de una aportación importante del banco. Visitaron varios, todos ofrecían las mejores condiciones hipotecarias, incluso algún trabajador de banca, ansioso por cumplir sus objetivos empresariales de hacer más y más hipotecas, mejoraba la oferta inicial para poder comprar muebles y alguna que otra cosilla a motor. No hacían falta avales, sólo tres nóminas. Dijeron que sí a la hipoteca. A fin de cuentas el pisito valdrá más de que lo que hemos pagado simplemente pasado unos meses.
Un día José Luis, escucho algo de la crisis Ninja. No le dio importancia, la cosa parecía lejana, pero pronto la cosa cambió. Toñi fue despedida en escasas semanas y él en escasos meses. Como pudieron y gracias al subsidio, pudieron seguir pagando su pisito. Toñi, pasados unos meses más se quedó sin subsidio, no podían hacer frente al pago de su hipoteca y tuvieron que volver a casa de los padres de él. El banco tasó el pisito, el mismo tasador que amparó el valor inicial de la hipoteca, dijo que ahora valía menos y el banco se quedaba el piso, pero seguían debiendo dinero. Hoy, ambos siguen estando en el paro y pagando una hipoteca de un piso que no tienen. El futuro inmediato no deja de ser preocupante y Toñi, más puesta en política, se acuerda cada día de que el gobierno del PP y del PSOE dejó que la vivienda, un derecho constitucional, estuviera en manos del mercado y de la banca. No entiende porqué el gobierno presta dinero a quien la ha arruinado y no deja de preguntarse cada día como pudo ser tan ingenua y si de verdad como dice su amigo de IU, hay otras maneras más humanas de hacer las cosas.
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