Recuerdo la charla en la que el médico deportivo del Peñas nos convocó a toda la plantilla del ACB incluidos los juniors (yo era uno de ellos), y nos explicó como había cambiado la normativa y como iban a hacerse a partir de entonces controles a todos aquellos jugadores que apareciesen en listas de convocatorias de partidos de ACB y supongo que de la entonces primera B. De esto hace tiempo, calculo que unos 16 años, lo cual siendo tiempo, no es demasiado como para comprender que las exigencias se vayan aumentanto a medida que la concienciación social es mayor y lo que es peor, la realidad médica nos muestra a las claras la gravedad del problema del doping. De aquella charla recuerdo que me produjo cierta inquietud el hecho de que ciertos fármacos de consumo habitual en cualquier ciudadano, ahora pasaban a estar prohibidos para deportistas o al menos no se recomendaba su uso. En mi caso, tenía que prestar atención a no ingerir salvo imperiosa necesidad antihistamínicos, por mis alergias, pero hubo otros muchos medicamentos que ahora dejaban de poderse tomar y a partir de ese momento, leerse el prospecto era obligado porque todos los medicamentos debían señalar si tienen componentes que pueden dar positivo en un control.
Pinchando aquí tienes algunos ejemplos de ello.
Desde entonces muchas cosas han pasado, otras se han sabido y sobre otras se ha especulado, ya no se sabe si con razones de peso o simplemente como leyenda urbana. De entre estas últimas a mi juicio el que antiguas deportistas de la República Democrática Alemana se quedaban embarazadas como doping natural, para luego abortar tras la competición, es sin duda una de las cosas que más me han llamado la atención por indignas. Pero ha habido muchísimos casos de doping que se han saldado con muertes y con escándalos deportivos mayúsculos. La victoria de Ben Johnson y luego su positivo, la muerte de Florence Griffith, el caso de Maradona o la más que importante sangría del Tour de Francia en los últimos años, donde un cliclista español llego a decir por televisión, que el que se piense que con espaguetis y zumo de naranja se pueden hacer las marcas y los kilómetros que hacen se equivocan, muestran bien a las claras que el deporte de élite, que por su exigenca física es de todo menos saludable, tiene un problema serio con el doping.
No seré yo el que juzgue lo ocurrido con la última operación en territorio español. Que sea la juez quien decida, pero es evidente que aunque la mayor parte de los deportitas no van dopados, el problema existe y uno quiere suponer que en el fondo del problema, no hay más que una ignorancia suprema por querer seguir estándo en la élite, por querer seguir siendo el mejor o situarse entre los mejores, por dejarse llevar de supuestos especialistas que te llevan al límite y a veces se pasan, por no tener otra cosa para ganarse la vida que el deporte y quererse aferrar a él a costa incluso de la vida misma y por querer mantener un nivel competitivo muy elevado durante mucho tiempo dadas las más que imperiosas necesidades deportivas que impone la sociedad en la que vivimos, la cual ha hecho y hace del deporte un mero objeto mercantilista que mueve ingentes cantidades de dinero y necesita deportistas que se muestren como ídolos invencibles, como extraterrestres o seres divinos llegados del cielo, que en realidad tienen poco de seres y mucho de hombres y mujeres que pueden llegar a pasar la línea que divide la legalidad de la ilegalidad, la deportividad de las trampas en el juego y lo que es peor, aceptan como normal jugar con su prestigio e incluso con su vida como si lo hicieran a la ruleta rusa.
1 comentario:
Estoy muy de acuerdo con tu entrada y me parece que lo explicas muy bien. Creo que con criterios semejantes de mejor rendimiento y estar en la cúspide, existen colectivos que en sus élites (médicos, abogados, bomberos,etc.) es habitual el doping. Tienen en sus manos además del triufo y de sus sueldos la vida de seres humanos que confían en ellos y a los que igualmente defraudan. Unos matan ilusiones, estos personas. Se ha de recuperar la moral como atributo imprescindible del ser humano al margen de religiones e ideologías y mercantilismos.
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